En el año 1746 aparecen las primeras referencias escritas sobre las aceitunas de la zona, cuando Don Juan Antonio de Estrada no dudó en decir que Álora tenía «afamadas aceitunas»; en 1770 don Cristóbal Medina Conde afirmó rotundamente que era «la mejor aceytuna de España»; en el Diccionario de Pascual Madoz, éste asume que Álora poseía: «aceitunas verdes muy celebradas» y don Antonio Bootello en 1913 no dudó en decir que Álora tomó renombre por sus aceitunas manzanilla verde mientras que Alozaina y Casarabonela lo habían hecho por el aceite. Continuando con las palabras de don Juan Antonio de Estrada en 1746 se ha de discrepar lo que de los otros pueblos de la comarca dijo: en cuanto a lo que se refiere a Alozaina, Casarabonela y Almogía, los productos que se cultivaban en sus tierras en aquella época eran las viñas en su mayor parte, y tras la filoxera, a finales del siglo XIX, todo el terreno de viñas se cubrió con olivos aloreños. Los otros pueblos que tal autor menciona como terrenos de olivar son Coín y Alhaurín el Grande.
Por tanto, no se sabe con exactitud cuando se empezó a elaborar la Aloreña de Málaga, pero durante siglos, tanto su modo de recolección como su transformación en aceituna “partía”, han estado presentes en la comarca, siguiendo el mismo estilo. Con el verdeo, se lleva a cabo la recogida del fruto de forma manual, por el sistema de “ordeño”. Una vez recogidas, son partidas y puestas en salmuera en un punto óptimo de concentración, que antaño se identificaba con un momento insólito conocido como la “prueba del huevo”: un huevo asoma sutilmente su corona en la superficie de la solución salina. En sólo tres días, la Aloreña de Málaga está preparada para su aliño con las plantas aromáticas que dan los montes de la Comarca Natural del Guadalhorce. Hinojo, tomillo, ajo y pimiento perfuman y dan su característico sabor a esta aceituna en un proceso totalmente artesano y natural.